Cuenta un dicho que el buen amor
empieza por uno mismo, primero hay que amarse bien a uno mismo y
luego ya podremos hacerlo extensible a otras personas. Como casi
todo, primero empieza por ti.
Hace mucho tiempo, en el curso de
formación para socorristas tuve un instructor muy gracioso del que
aprendí mucho, una de sus enseñanzas que más me marcó por aquel
entonces fue sobre la importancia y valor del socorrista. En una
clase nos preguntó cuál era la prioridad número uno del
socorrista, algunos respondieron que la víctima, nos dijo que no. La
prioridad número uno del socorrista es siempre la seguridad del
socorrista. Tenedlo siempre presente, sin socorrista, ¿quién
atenderá a la víctima?
¿Cuál es la prioridad número dos del
socorrista? Algunos respondieron entonces que ahora sí era la
víctima. No. La prioridad número dos del socorrista sigue siendo la
seguridad del socorrista. La prioridad número tres y la cuatro
seguirán siendo la seguridad del socorrista, si el socorrista no
antepone a todo su propia seguridad, podremos tener una víctima más
en vez de socorrista. ¿y entonces quién atenderá a las víctimas?
Hizo mucho hincapié en que nos quedara
clara esta idea, que al ir a ayudar a alguien no acabáramos nosotros
accidentados. Sólo podremos ejercer de socorristas si no somos
víctimas, así que lo primero, lo segundo, lo tercero y lo cuarto
será velar siempre por nuestra seguridad. Cuando esto esté
asegurado, y sólo entonces, podremos ejercer de socorristas y
atender a las víctimas. Nuestro objetivo es reducir el número de
víctimas, no aumentarlo.
A partir de ahí he aplicado este
aprendizaje a muchas áreas de mi vida, lo principal es mantenerse
con vida, sin vida no habrá nada más que hacer, no tiene sentido
morir por la causa, muertos no mejoramos nada. Así llevado al
extremo quizás sea más fácil de entender y asimilar.
Lo ideal sería no tener que llevarlo
al extremo de vida o muerte, sino aplicarlo habitualmente para
asegurar y mantener nuestra calidad de vida en los niveles que
queremos y que nos permiten desempeñar mejor nuestras funciones y
objetivos. Cuando uno está bien hace bien, cuando uno está mal,
cuesta más hacer bien o es más fácil hacer mal. De ahí nuestro
interés por alcanzar y mantener un buen nivel de calidad de vida en
todos los sentidos, esto nos permitirá hacer mejor todo lo demás.
Visto así los fundamentos del buen
amor empiezan con uno mismo, tratándonos bien, cuidándonos y
atendiéndonos de la mejor manera posible. Esto que en una frase
queda corto y muy bien, es muy amplio de tratar, quizás infinito.
Para empezar se me ocurre que lo principal en el buen amor hacia uno
mismo es no hacernos mal y no aceptar mal, no dar continuidad a
situaciones que nos hacen mal. Problemas surgirán en la vida, es lo
que nos permite aprender y mejorar, pero los problemas no existen
para hacerse estables, continuos y fijos en nuestra vida, sino para
crecer y resolverlos. No aceptemos los males y problemas como algo
normal, común y cotidiano que le pasa a todo el mundo y que hay que
asumir y aprender a convivir con ello. Los problemas son para
resolverlos.
No aceptar una mala vida es un básico
para el buen amor. Si quieres bien, vive bien; si vives bien, si
haces bien, querrás bien.
Parece bastante común el querer cuidar
a los demás y darles lo mejor posible, a veces incluso aunque esto
conlleve un perjuicio contra nosotros. Quizás está mejor visto
cuidar mejor a los demás que a uno mismo. Quizás sea más fácil
verlo en otras personas que en nosotros mismos. Sirvámonos de ello
para ver mejor qué hacer en nuestro caso. Cuando nos enfrentemos a
situaciones complicadas y no sepamos qué decisión tomar, yo recurro
a una pregunta sencilla ¿querrías esta vida para tus hijos? ¿Para
un hermano, un amigo? Entonces, si no se la desearías a ellos, ¿por
qué la estás viviendo tú? ¿Si tú no procuras el bien para ti,
quién lo hará?
En un mundo ideal donde todos
cuidáramos y resolviéramos los problemas de los demás quizás
podríamos olvidarnos de nosotros mismos. No creo que eso sea real,
porque si a veces nosotros no sabemos bien lo que queremos para
nosotros, ¿cómo esperar que los demás lo sepan y nos lo procuren?
Como bien dice la frase, antes de salir
a limpiar el mundo, asegúrate que tu suelo ya está barrido. Si cada
uno barre su casa, si cada uno hace su parte, no hará falta hacer la
parte de los demás porque ya estará todo hecho. Y esto como casi
todo lo valioso, vale para muchas cosas, quizás no haga falta
arreglar el mundo, basta con dejar de estropearlo. O haciendo falta
arreglarlo, sin duda lo más sensato será primero dejar de
estropearlo.
Todo lo que quieras, empieza primero
por ti. Feliz Vida!
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